El sábado pasado 26 por la noche, apenas acababa de llegar a casa después de estar un buen rato entre el desmadre y la hueva con los cuates de la cuadra, cuando me sorprendió la llegada de memín a mi cuarto. Estaba arreglando algunas de mis cosas, esas que se van quedando por todos lados en desorden por el ajetreo de toda la semana, así que le dije, pásale y siéntate, señalándole la silla de mi mesa de estudio – escritorio – computadora – mundo - refugio.
Quiero platicar contigo, ya le avise a tu mami que me voy a quedar contigo a dormir, ¿tienes algún pedo wey?. Me preguntó. Para nada, fue mi respuesta, pero ve con mamá a decirle que no te traiga cobijas porque yo te dije que te vas a acostar en mi cama, apúrate que ya debe andar sacando sábanas y cobijas del armario de la ropa de cama que está en el corredor para montar el catre de tijera, y le das las gracias, pendejo.
Cuando regresó me dijo: ya quedó, y me preguntó: ¿que no hay tos con tus padres, a lo que le dije: ¿porqué va a haber pedo?, si vamos a dormir, ¿o acaso pretendes cogerme?, ¿o será que estoy de suerte y vienes dispuesto a que te truene el chiquito?, porque entonces tienes que bajar la loción lubricante que está en aquel anaquel y ponerla en la mesita de noche allí junto a la cama; y señale hacía uno de los libreros que tengo en el cuarto y a la mesa situada a la izquierda de la cama; pero memín no hizo ni siquiera el intento de acercarse por la loción, ni los condones, lo que me hizo pensar que algo grave traía el wey.
Ya no me dejaba ni respirar, y se lo dije, pero no me hizo caso, antes bien me armó un pancho de aquellos en su casa, así que le dije: mejor ahí muere la cosa. ¡Estoy reventado Dani!, me dijo memín entre lágrimas. No hay fijón wey, suelta las de cocodrilo, no te guardes esos pedos que ya ves como lo truenan a uno cabrón, igual me viste hace unos días, ven, le dije mientras lo atraje hacia mí, y lo senté en mis piernas abrazándolo con fuerza para que dejara salir aquel sentimiento que lo estaba destrozando.
Memín estaba recostado en mi cama con los ojos cerrados, me acerqué acariciándole la cara y acomodándole el pelo, y le dije: Memo, déjame terminar de desvestirte. No me vuelvas a decir Memo, me reclamó, tu siempre me has dicho memín, así que no comiences con tus pendejadas. Te lo decía porque te veo como igual y como cuate, a lo que me contestó: prefiero que me sigas diciendo memín, con el cariño de siempre wey, ¿estamos?. ¡Va!, le dije mientras lo descalce y desvestí, y fui hasta mi closet por un short para ponerle.
Llegó mi madre con una charola con una torta y un vaso de agua de jamaica que dejó en la mesita de noche mientras le preguntó: ¿Como estás Memo? Y sin esperar respuesta le dio un beso en la frente y dijo: descansen muchachos, no se vayan a desvelar. Memín devoró su torta - almuerzo - comida – cena, mientras yo terminé de acomodar mis cosas y le pregunté: ¿quieres ver tele o el radio, quieres que prenda la compu para ver tus correos, o de de plano prefieres meterte a la cama?. Necesito descansar y compañía, cabrón, termina y acuestate conmigo y abrázame wey; Ok, le dije mientras acomodé la cama y lo acosté del lado derecho, le quité el short y lo dejé desnudo, solo cubierto con mi sábana de franela, y le dije: en un momento estoy contigo en la cama acompañándote memín, y le di un suave beso en la boca.
Terminé de acomodar su ropa, puse el botón del seguro en la puerta, apague la luz del cuarto, me desnudé, me acosté en el lado izquierdo de la cama, lo abrace y se puso de lado y, así lo mantuve abrazado, mientras le dije: Llora memín, saca ese sentimiento que te hiere y lastima, déjala ir. Entre mis brazos le consolé por un largo rato que estuvo aferrado a mi a veces sollozando, y otras veces con un llanto que me desgarró el alma, y lloré con él; a mi también me hacía falta llorar; no supe en que momento nos dormimos. Amanecimos abrazados, empiernados y ambos con tremenda erección matutina, así que me recosté sobre él, verga sobre verga y le dije entre besos: no es momento de sexo, pero si lo es para el inmenso amor que nos une desde siempre, y rodé para dejarlo sobre mi, y permanecimos estrechamente abrazados por largo rato mientras le acariciaba el cuello, la espalda, cadera y nalgas, y nos volvimos a dormir.
Me despertaron unos toques en la puerta que sé son los de Nacho, con cuidado me levanté, le abrí la puerta y volví a cerrar con seguro, en silencio le señalé a memín y que se desnudara para meterse a la cama con nosotros, volví a la cama y memín somnoliento se acercó a mi al sentir como su hermano lo abrazaba por la espalda. Nacho llevó su mano hasta mi vientre bajo acariciando mi cadera y pubis, pero yo descaradamente me acomodé para que su mano no solo acariciara mi pene erecto, sino que también lo hiciera con el miembro de memín en iguales condiciones de rigidez, éste al sentir la caricia de su hermano le respondió girando su cabeza para darle un beso en la boca, mientras con su mano tomó por las nalgas a su hermano para juntar el cuerpo de su hermano con el suyo hasta sentir el sexo de su hermano entre sus nalgas.
Y tu Nacho ya debes ir pensando en alguna de tu amigas, como saca clavos de tu hermano, pues sin duda todas van a querer cogerse al angelito para consolarlo de sus penas, ya que en cuanto se sepa que memín cortó con Silvia se van a desatar las apuestas. Y hay que ir pensando en conseguirle al pendejo de tu hermano una vieja alivianada y chingona, le dije a Nacho, mientras memín volvió a esbozar esa sonrisa de chico malo que me mata, y me acerqué a susurrarle: Me debes un truene de aquellitos cabrón, y que conste que pude dejártela ir hasta el fondo, pero esa tu me la vas a pedir, wey, me vas a suplicar que te la deje ir hasta atrás, pendejo.