Lo conozco de la estación La Joya del Metrobús, pues casi todas las mañanas coincidimos allí, aunque ambos llegamos de rumbos y barrios distintos, el viene del poniente de la Avenida Insurgentes para abordar el Metrobús, yo llegó caminando del oriente.
Es un chavo de unos 21 o 22 años, un poco más alto que yo, mide como 1,85 y desde que me lo empecé a encontrar en la estación me fue claro que el chavo está más que POTABLE, es absoluta y totalmente consumible todos los días y a todas horas, uuuufff.
Ese día al bajarme del camión, se llevó el dedo índice a sus labios y me envió un beso, juego en el que fuimos avanzando al paso de las semanas, pues el primero que llegaba o veía al otro esbozaba de inmediato una sonrisa a quién llegaba a la estación, pero mantuvimos un comportamiento cómplice pues no nos saludamos, más que con guiños y gestos a distancia. Y también empezamos a meternos precisamente en los mayores amontonamientos entre la gente que con frenesí quiere entrar al autobús, nosotros buscando los apretujones y los toqueteos apresurados entre ambos en las pocas estaciones que recorremos diariamente, y empezamos a explorar por partes nuestros cuerpos y reacciones en aquel ambiente de desesperación de la gente por llegar a tiempo a su trabajo o a la escuela.
Nuestro juego casi diario está más que cantado, por lo que este chavo era una de mis mejores expectativas para las próximas vacaciones, así que el miércoles pasado cuando llegó al piso donde trabajo buscando a uno de los investigadores del instituto que le da clases en CU, lo intercepte a su llegada y tras presentarnos y ponerme a sus órdenes, le llevé con su profesor y les dije que si necesitaban algo nada más me llamen pues estoy a cargo de esa parte de los pisos de investigación y de las salas de videoconferencia adjuntas.
Pero no teníamos tiempo para más, pues aún debía llevarlo con algunos investigadores y funcionarios del instituto, así que ya habrá tiempo más adelante para quedar en algo más cachondo y profundo porque Rubén se hincó ante mí y me dio un suave beso en la punta del pene antes de acomodar nuevamente mis calzoncillos, y mientras subía el cierre del overol me dijo que su profesor le pidió que vaya una vez a la semana, así que todos los martes del período académico nos estaremos viendo en el instituto por las tardes. Quién quite y sale algo aún más bueno.