Aún retumbaba en mi cabeza la declaración que tuve que hacerle a Guillermo para ubicarlo.
Soy un chavo gay, le dije, siempre me han gustado los chicos gays. No me pidas ahora que me comporte como el macho que no soy. Soy bisexual ocasional, pero heterosexual, eso jamás podré serlo, como, si me encanta tener la verga metida hasta el fondo, a más no poder.
Me despedí de los padres de memín, y esperé afuera de la casa la llegada de Rubén y nacho, que habían ido por la mañana a la consulta que ahora es mensual con el doctor proctólogo, el papá de Sergio.
Rubén y nacho, venían en compañía de Sergio y Miguel, que es el novio gay de Sergio. No se que cara tendría, pero apenas llegar, nacho se acercó a mí y me preguntó que cual era el problema. Y entre sollozos le empecé a comentar sobre los acontecimientos de aquella mañana en el cuarto de la azotea.
Y de mi reciente salida, casi huida de la azotea. Siento que es un truene con memín, le dije.
Finalmente, nacho arregló algunos asuntos y nos fuimos los cinco a casa de Rubén a comer con sus papás y a escuchar algunas buenas rolas y por la tarde ir a perisur y al centro de Tlalpan por la noche a ver que reven se podía organizar.
Sergio y Miguel son unos chavales gays de 16 años, que apenas están despertando a la vida activa homosexual, están en los jugueteos, toqueteos, miraditas, la época bonita de una relación de noviazgo gay.
Cuando desperte, nacho estaba reposando junto conmigo, mientras Rubén nos observaba en silencio oyendo música en unos audifonos, así que me le quedé viendo y le di un beso en su miembro, para despues darle también un beso a nacho en la boca muy cerca de mi, y juntos empezamos a jugar a chupetones con el pene de Rubén, perfectamente delineado en los pants en los que descansábamos.