Yo se bien que Sergio y Miguel ya eran homosexuales cuando llegaron a la primera sesión informativa que tuvimos con el papá de Sergio, ya andaban entrados y queriendo darse entre los dos, así que aquella reunión solo desencadenó algo que hasta para el doctor papá de Sergio era obvio, yo creo que por eso su presencia en aquella reunión. Pero en verdad memín si logró darme un buen zape mental con su comentario de que soy un asalta cunas recurrente.
Pero memín fue contundente en parar mi viaje alucinante cuando me remató simplemente diciendo: Ya para tus choros Dani, no me vengas con el cuento de que ya llegaron los gachupines y andan matando indios por orden de Cortés; ¡Ni madres, wey!, tu provocaste a Miguel a que se viniera en tu boca, ¡eres un cabrón chupapitos juveniles!. Lo que es cierto, pero es que a veces la pasión y los aromas me provocan reacciones casi incontrolables.
Por cierto, la tarde noche de ayer viernes, Sergio y Miguel me estaban esperando a la salida de mi trabajo, ya me habían invitado a un reven en casa de Miguel, pero por los comentarios de memín, como que me saqué de onda y les di un cortón, ellos platicaron con Rubén y nacho, quienes les dijeron que mejor pasaran por mí al trabajo, así lo hicieron, anoche me estaban esperando a la salida y de allí nos fuimos a la casa de Miguel.
He de confirmar que nuevamente he sido asaltado por los habitantes de las cunas; así es. El par de recién estrenados chavitos gays de nuestro grupo me han repetido el tratamiento amansa gays del sábado anterior. Eso si, fue por partida doble, pues me negué a recibir un tratamiento menos drástico. ¡Ufff. Guay. Kchondo!. Nos amanecimos en el cuarto de Sergio, obvio, ambos dándome con todo por el chiquilín, nos quedamos jetones cerca de las 5 de la mañana.
Pufff. poco antes de las 6 nos despertó el doctor, pues su esposa ya se estaba bañando y el vino a salvaguardar la honra varonil de su hijo gay de closet. Lo que nunca, Miguel y yo salimos poniéndonos los pantalones, camisas y tenis, huyendo como vulgares asalta cunas con las camisetas, calzones y calcetines en la mano, nos terminamos de vestir en el carro de Miguel a la vuelta de la esquina de la casa de Sergio. Pinche oso, lo bueno es que ahora no participó ni mi abuela ni mi familia; así que invité a Miguel a mi cuarto a descansar un rato, pero eso fue precisamente lo que no hicimos.