Es domingo 20 de diciembre, de madrugada, casi no he podido dormir pero eso hoy no importa, mi madre y mi hermano ya están despiertos para ir a misa y después arturo irá a trabajar en la micro, ya le avisaron que le toca guardia el 25, ni modo hay que hacer méritos en la línea. Pero desde hoy ya no voy a acompañar a mi madre a la iglesia, simplemente no puedo ir a donde con toda claridad me dijeron que no soy bien recibido; es más, dijo el cardenal de durango o zacatecas, que se yo de donde putas madres es, es más, ni me importa, pues el tipo ese dijo que los homosexuales no estaremos en el reino de Dios, en el cielo pues, que así lo dice san pablo; así que que no tiene caso perder mi tiempo con esos sacerdotes que corrompen su iglesia, en especial mis pocos momentos de absoluta espiritualidad.
Mi madre ha dejado escapar unas lágrimas que yo con besos las sequé, no dejé que permanecieran en su cara, mi madre en silencio me dio un beso en la frente, es su manera de bendecirme, a esa bendición no renuncio.
Guillermo está dormido en mi cuarto, la posada termino apenas hará un par de horas, y memo regresó de llevar a silvia a su casa y pasó directo a mi cuarto, solo me dijo: estoy cansado, acompáñame. Y nos despedimos de los pocos familiares que aún estaban en la casa, ya casi todos también despidiéndose y entre los abrazos anticipados de navidad. Al acostarnos, memo me ha pedido que le haga el amor, y así, sin más, se entregó totalmente a mis caricias, a las expresiones de mi amor y a mi sexo que le ofreció placer a plenitud.
Y abrazados, reposando mi cabeza sobre su pecho, disfrutando de los aromas a sexo que aún emanan por cada poro de su piel le comenté sobre el viaje al Rancho de mi abuela pancha, y su respuesta no dejó de sorprenderme
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