Cuando te duermes a las 10 de la noche, seguro te despiertas sobre las dos de la madrugada preguntándote en donde estás, y tardas unos segundos en ubicarte; Eso fue exactamente lo que me pasó la primera noche, y las siguientes noches de las vacaciones de fin de año lo hicimos costumbre.
Despertar a las 2 o 3 de la mañana, a tomar un rico café de olla que dejamos muy cerca del fuego así que aún conserva el calor sin estar hirviendo, solo espera que lo sirvamos en los tarros y cuencos y a acercarse al fogón para platicar y beber el café cerca del calor de la candela.
Aunque la primera noche fue aún más mágica, pues desperté y por largo rato estuve meditando en los acontecimientos del día anterior, el viaje, todo, y cuando despertó sergio y se me acercó y me abrazó reposando su cabeza en mi pecho, y de allí al resto ya platicado, pues solo hubo un breve instante.
Pero tomar después un rico café de olla, al calor del fuego y vestirte para salir por un momento a ver las pocas estrellas en aquel inmenso mar de nubes nocturno se convirtió en algo que nos sedujo a todos por igual durante todos los días que estuvimos allí.
Es simplemente mágico, escuchar los ruidos de la noche que son tan diferentes a los del día, ver el cielo a veces estrellado, a veces nublado y borrascoso, siempre bello. Indescriptible, es necesario vivirlo para entenderlo.
Y sin ponernos de acuerdo, esa hora se convirtió en el reposo tras las tormentas de pasión entre los participantes en ese ritual diario del café de la madrugada, convertido en un primer reconstituyente apaciguador de las tempestades eróticas juveniles que dejamos escapar en aquel ambiente provocador, y ya con el alma tranquila y el cuerpo en paz y reposando ir a dormir dos o tres horas más, para levantarse con el amanecer sin las diarias tensiones eréctiles y así enfrentar las labores del nuevo día con nuevos ímpetus.
A partir de esa primera noche, los encuentros sexuales fueron dejados para el despertar a esa hora mágica, para aprovechar la primera erección matinal y darle el más natural de los cauces y lograr por primera vez un amanecer descansado y reposado, que te incita a continuar con aquel ritual nocturno
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Despertar a las 2 o 3 de la mañana, a tomar un rico café de olla que dejamos muy cerca del fuego así que aún conserva el calor sin estar hirviendo, solo espera que lo sirvamos en los tarros y cuencos y a acercarse al fogón para platicar y beber el café cerca del calor de la candela.
Aunque la primera noche fue aún más mágica, pues desperté y por largo rato estuve meditando en los acontecimientos del día anterior, el viaje, todo, y cuando despertó sergio y se me acercó y me abrazó reposando su cabeza en mi pecho, y de allí al resto ya platicado, pues solo hubo un breve instante.
Pero tomar después un rico café de olla, al calor del fuego y vestirte para salir por un momento a ver las pocas estrellas en aquel inmenso mar de nubes nocturno se convirtió en algo que nos sedujo a todos por igual durante todos los días que estuvimos allí.
Y sin ponernos de acuerdo, esa hora se convirtió en el reposo tras las tormentas de pasión entre los participantes en ese ritual diario del café de la madrugada, convertido en un primer reconstituyente apaciguador de las tempestades eróticas juveniles que dejamos escapar en aquel ambiente provocador, y ya con el alma tranquila y el cuerpo en paz y reposando ir a dormir dos o tres horas más, para levantarse con el amanecer sin las diarias tensiones eréctiles y así enfrentar las labores del nuevo día con nuevos ímpetus.
A partir de esa primera noche, los encuentros sexuales fueron dejados para el despertar a esa hora mágica, para aprovechar la primera erección matinal y darle el más natural de los cauces y lograr por primera vez un amanecer descansado y reposado, que te incita a continuar con aquel ritual nocturno
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