Todos sabemos que tenemos pene o vagina, según seas niño o niña, pues es algo que se tiene a la vista y a la mano, y pronto se aprende en la escuela como llamarlos, y aunque los abuelos se preocupan porque uno ni siquiera se los toque o se ponga a jugar con ellos, es algo que naturalmente aprende uno y con gran facilidad, en especial porque esos juegos producen placer. Y ese es sin duda el mayor de los descubrimientos que tiene uno de niño, entender que tiene uno la capacidad de darse placer a uno mismo, ese es el primer paso hacia la libertad emocional individual.
En nuestra casita particular muy pronto las muñecas tenían perfectamente marcados su rajada o labios y el muñeco su pene y los incipientes testículos. Una vez actualizada la realidad de muñecas y muñeco empezaron los diarios juegos de la casita.
A los niños de la casa se les alimenta, se les cambia la ropa, se les cambian los pañales y se les asea la colita, por lo que desde los primeros juegos lo primero que le sobra a uno es la ropa, más cuando te la puedes quitar sin que te estén fastidiando tus papás el porqué lo haces. Y el estar desnudos en un lugar cómodo, pero confinado pronto te lleva a descubrir las sensaciones que producen los roces y las caricias en la piel, así se aprende a reaccionar a las caricias y atenciones de tus compañeros de juego.
Yo siempre tuve preferencia por los muñecos, cuantas veces pude deje de lado los camioncitos, grúas y caballitos y soldaditos, para ir y volcar mis preferencias y atenciones sobre los muñecos, que en mi niñez fueron mi pasión más constante. Como lo siguieron siendo en mi pubertad en mi adolescencia
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